«Ninguna desgracia evitable nos enseñó nada hasta ahora»

A esta altura, dudo de que el asesinato (asesinato, no fallecimiento) de Fernando Báez Sosa, ajusticiado por una manada de violentos, nos enseñe algo como sociedad. Ninguna «desgracia evitable» nos ha enseñado nada hasta ahora, puesto que se siguen repitiendo casi cotidianamente. Ni la Puerta 12 de River, ni Cromañón, ni lo del tren Sarmiento en Once, ni los vuelcos trágicos de micros de dos pisos conducidos por choferes mal dormidos, ni los balcones que se precipitan al vacío, ni los turistas acuchillados para arrebatarles sus celulares, ni los motochorros con licencia para matar, ni los automovilistas alcoholizados que atropellan y huyen, nada parece hacernos reaccionar y tomar las medidas precautorias para evitar más víctimas. Nos acongojamos y nos desgarramos las vestiduras un par de días y luego seguimos como si nada, resignados a este lamentable estado de cosas. Ponemos parches temporarios, precarios, sin buscar soluciones de fondo. Así nos va. De mal en peor. A esta altura, dudo que el asesinato (asesinato, no fallecimiento) de Fernando Báez Sosa, ajusticiado por una manada de violentos, nos enseñe algo como sociedad. Ninguna “desgracia evitable” nos ha enseñado nada hasta ahora, puesto que se siguen repitiendo casi cotidianamente. Ni la Puerta 12 de River, ni Cromañón, ni lo del tren Sarmiento en Once, ni los vuelcos trágicos de micros de dos pisos conducidos por choferes mal dormidos, ni los balcones que se precipitan al vacío, ni los turistas acuchillados para arrebatarles sus celulares, ni los motochorros con licencia para matar, ni los automovilistas alcoholizados que atropellas y huyen, nada parece hacernos reaccionar y tomar las medidas precautorias para evitar más víctimas. Nos acongojamos y nos desgarramos las vestiduras un par de días,  y luego seguimos como si nada, resignados a este lamentable estado de cosas. Ponemos parches temporarios, precarios, sin buscar soluciones de fondo. Así nos va. De mal en peor. A esta altura, dudo de que el asesinato (asesinato, no fallecimiento) de Fernando Báez Sosa, ajusticiado por una manada de violentos, nos enseñe algo como sociedad. Ninguna «desgracia evitable» nos ha enseñado nada hasta ahora, puesto que se siguen repitiendo casi cotidianamente. Ni la Puerta 12 de River, ni Cromañón, ni lo del tren Sarmiento en Once, ni los vuelcos trágicos de micros de dos pisos conducidos por choferes mal dormidos, ni los balcones que se precipitan al vacío, ni los turistas acuchillados para arrebatarles sus celulares, ni los motochorros con licencia para matar, ni los automovilistas alcoholizados que atropellan y huyen, nada parece hacernos reaccionar y tomar las medidas precautorias para evitar más víctimas. Nos acongojamos y nos desgarramos las vestiduras un par de días y luego seguimos como si nada, resignados a este lamentable estado de cosas. Ponemos parches temporarios, precarios, sin buscar soluciones de fondo. Así nos va. De mal en peor.

Publicado en La Nación y en Clarín