Por IRENE BIANCHI


“Melodías de diván”, de Gastón Marioni. Elenco: Julia Zenko, Graciela Pal, Magalí Sánchez Alleno, Roxana Randon, Ana Padilla. Arreglos musicales: Hernán Matorra. Diseño de escenografía: Daniel Feijoó. Realización de escenografía: Sabrina Fernández. Diseño de luces y sonido: Gastón Marioni. Diseño de vestuario: Pablo Battaglia. Diseño de make-up y peinados: Fabián Martín y Gabriel Ade. Diseño gráfico: Juan Pablo Antonelli. Dirección musical: Hernán Matorra. Asistencia técnica: Yanina Zanier Quintas. Prensa y comunicación: Sandra Beerbrayer. Asistencia de dirección: Juan Pablo Antonelli. Puesta en escena y dirección general: Gastón Marioni. Teatro Picadilly, Av. Corrientes 1524. Martes 20.45 hs.

¿De qué habla “Melodías de diván”? ¿Qué temas cruciales toca para que haya concitado semejante interés durante las dos temporadas platenses a sala llena en Teatro Estudio, y que ahora prometa una repercusión similar en plena calle Corrientes?

Esta probada comedia dramática de Gastón Marioni gira en torno a los vínculos, a la amistad, al amor de pareja, al amor filial, a la búsqueda de la propia identidad, al irrefrenable deseo –e insoslayable derecho- de saber quién es uno, de dónde viene, cuáles son sus raíces.

También habla de los prejuicios, los preconceptos, los mandatos, la preocupación por “el qué dirán”, por la mirada y el juicio de los otros, que nos condicionan a punto tal que resignamos el deseo propio para vivir en función de los demás.

Es una verdad de Perogrullo que la opinión de un crítico es siempre personal y subjetiva. Mucho más aún si quien escribe estas líneas formó parte de la versión local de “Melodías de diván”, lo cual puede teñir esa mirada. Nobleza obliga. A confesión de parte, relevo de prueba.

Ahora, estas “Melodías” están interpretadas por un elenco conformado por Julia Zenko, Graciela Pal, Roxana Randon, Magalí Sánchez Alleno y Ana Padilla, acompañados en voz y piano por Hernán Matorra. Las cinco protagonistas están curiosamente ligadas por un mismo hombre, Gabriel Tauber, el gran presente por ausencia. Un hombre que atravesó sus vidas y dejó huellas indelebles, heridas de amor que no cierran, a pesar del tiempo transcurrido. Todas y cada una de ellas necesitan exorcizar fantasmas que las atormentan.

¿Y qué mejor que los clásicos boleros para hablar del amor, del desamor, de la pasión que quema, de la traición, de la nostalgia, de la melancolía, de la esperanza?

La casualidad, o más bien la causalidad, las reúne en una sesión de terapia grupal, en la que la verdad, o varias verdades, saldrán a la luz. De ahí en más, cada cual decidirá qué hacer con lo que se develó, cómo seguir.

A cada actriz el personaje asignado le calza como anillo al dedo. Julia Zenko es “Verónica Schultz”, psicoanalista, supervisora de “Bárbara Urquiza” (Magalí Sánchez Alleno). “Sara Fingerman” (Roxana Randon), “Raquel Antolínez” (Ana Padilla) y “Elena Da Ruggero” (Graciela Pal), son pacientes de Bárbara, ligadas por una trama invisible que se irá develando con el correr de la acción.

Hay intriga y suspenso en “Melodías”. Hay dramatismo y también frescas bocanadas de humor. El respetuoso silencio del público que colmó la sala del Picadilly la noche del estreno, de pronto se veía interrumpido por estruendosas carcajadas, provocadas por los dichos y actitudes de la pintoresca y querible “Sarita”.

Tanto Julia Zenko como Magalí Sánchez Alleno, cautivan con sus melodiosas voces, matizando sus diálogos y soliloquios con bellas canciones. Ana Padilla le imprime intensidad a su sufrido personaje, mientras que Graciela Pal encubre con elegancia y glamour, las contradicciones y dobleces de una Diva en decadencia.

Hermosa la escenografía de Feijoó, fiel y atractivo correlato visual de la esencia de la obra.

El variado vestuario de Battaglia resulta un muy buen aliado en la construcción de estos personajes.

El piano y la voz de Hernán Matorra ambientan a la perfección la atmósfera de esta pieza intimista, en la que la música crea climas y subraya emociones.

Gastón Marioni, autor y director de la pieza, aprovecha al máximo las bondades de esta hermosa sala, con su generoso escenario. Su dirección actoral es precisa. Mueve a sus actrices con inteligencia y armonía en este tablero de ajedrez, sembrado de palabras; palabras no dichas a tiempo pero que llegan para sanar y descomprimir tanta angustia acumulada, tanto secreto bien guardado.

Han vuelto las “Melodás” de Marioni, y su música sigue sonando.