“La vida a palos: Testamento”, de Pedro Atienza y José Manuel Mora. Elenco: Imanol Arias, Aitor Luna, Guadalupe Lancho. Músicos: Batio (chelo), Raúl Jiménez (cantaor).Diseño de espacio escénico: Mónica Boromello. Diseño de espacio sonoro: Sandra Vicente. Diseño de iluminación: David Picazo. Diseño de vestuario: Ana López Cobos. Audiovisuales: Jaime Dezcallar. Asistente de escenografía: Miguel Delgado. Asistente de diseño de vestuario: Christanna Ioannidou. Maestro de danza: Miguel Ángel Corbacho. Fotografías y gráficas: ireneneritxell.com. Producción ejecutiva: Fernando Valero. Producción artística: Lino Patalano. Asistente de dirección: Enrique Sastre. Dirección artística: Carlota Ferrer. Teatro Maipo, Esmeralda 443, de miércoles a domingo

Una aclaración previa, antes de sumergirnos en el análisis de “La vida a palos”. Los “palos” del título se refieren a los diferentes estilos de cante del flamenco –más de 50-, agrupados según su métrica, si se acompañan o no con guitarra, baile, etc. Entre los palos originarios del flamenco se destacan la toná, la seguiriya, el polo, la caña, la alboreá, la debla, la saeta, la bulería y el martinete, este último relacionado con la fragua, que se canta sobre un ritmo marcado por martillo y yunque, o cualquier otro elemento percusivo.

Con respecto al texto que devolvió a Imanol Arias a las tablas después de 24 años –dedicados al cine y a la televisión- él mismo acota en una entrevista: “La vida a palos“ es un legado, un testamento que me deja un autor, un amigo. He tardado mucho en comprenderlo y en buscarle una solución dramática para que fuera una pieza ese texto, pues no tenía una estructura dramática en sí. Sin tener ni idea de cómo afrontar lo, sí que tenía una enorme sensación de responsabilidad de cumplir lo que se me pidió que prometiera: hacerme cargo de ese texto y ese legado.” Y agrega: “yo había sido un amigo leal. Yo siempre  lo consideré un compañero de palos, de flamenco, de noches y de aventuras. Me consideré un admirador de Pedro que no era cantaor, pero que hablaba como los cantaores. Solo le faltaba tener un «tino» de voz. A veces se arrancaba, sabiendo que  nadie le iba a echar un feo. A veces hacía hasta que  me arrancara yo, que soy de lo más lejano a ello. Es una amistad de la que, quizás, soy consciente del legado mucho tiempo después. Él me lo advirtió y me dijo «todavía estás a tiempo de deshacer este entuerto y ser un hombre y de cumplir, aunque no esté yo. ¡Tienes que hacerlo!»

Ese amigo es Pedro Atienza, escritor, poeta, periodista, guionista y locutor de radio español (1955-2014), ávido lector de Borges, Pessoa, César Vallejos, Lope de Vega, Dylan Thomas, Quevedo. Atienza fue un apasionado del flamenco. Es él quien le deja a Imanol este texto algo caótico, “sin estructura”, para que su amigo, el actor, le dé forma dramática y lo monte sobre un escenario (una variante del tablao).

Imanol Arias asume este desafío, seguramente movido por una mezcla de lealtad a la memoria del amigo, y la necesidad personal de explorar el vínculo (o no vínculo) entre un artista  dedicado a su carrera, y su hijo. La vejez, el ocaso, la soledad, el amor, los excesos, las asignaturas pendientes, las ausencias, el sentimiento de culpa: un cocktail letal que abruma al más pintado.

“La vida a palos” no es una obra convencional. Por momentos, se asemeja a una “performance”, un mosaico de lenguajes diferentes (actuación, música, proyecciones) que ilustran una vida signada por la melancolía. Un músico en escena- Batio- acompaña magistralmente con su viloncello el bello decir de Imanol.  Raúl Jiménez subyuga con su visceral“cante jondo”. La bella actriz Guadalupe Lancho asume los distintos roles femeninos y también embelesa con su canto. El joven y apuesto Aitor Luna se pone en la piel del hijo abandonado, que recoge el guante  arrojado por el supuesto amigo/alter ego de su padre abandónico, y acepta el reto de plasmar su historia de vida en un film.

Imanol es a la vez relator y protagonista; entra y sale de los personajes; interpela al público e interactúa con los demás. Tiene carisma, ángel, duende, y se lo ve a sus anchas en el bellísimo marco del emblemático Teatro Maipo.

La escenografía es simple, funcional y minimalista. Uno de los paneles juega un rol clave en la puesta en escena de Carlota Ferrer, cuya dirección es ajustada y mantiene el ritmo “da capo”. Otro acierto es el atractivo vestuario (la bata de cola que se calza Imanol travestido de Gitana: una perlita).

Es un verdadero placer reencontrarse “en vivo” con Imanol Arias, tan querido por los argentinos desde su memorable personaje“Ladislao” en “Camila” (1984), película dirigida por María Luisa Bemberg nominada al Oscar, co- protagonizada por Susú Pecoraro y Héctor Alterio.

“La vida a palos”: comedia dramática, con inconfundible aroma a  flamenco.